‘Cartas a un joven poeta’ de Rainer Maria Rilke

Las Cartas a un joven poeta que Rilke escribió para Franz Xavier Kappus entre 1903 y 1904 son un clásico del género epistolar y del pensamiento sobre la vocación literaria. En ellas encontramos el talento de un escritor que ha interiorizado profundamente su ámbito de creación y trasmite sus percepciones con la vitalidad y la elegancia de una prosa epistolar que responde al momento, sin por ello perder relevancia y profundidad.

La comunicación epistolar es una práctica perdida en este presente de imágenes y palabras diluidas en el fluir digital. Algo tenía la contingencia del papel y la pluma, o la simple ausencia de otros medios, que obligaba al escritor de cartas a ser más reflexivo para conseguir trasmitir con máximo efecto su sentir por medio de la palabra escrita. Entonces las cartas obligaban al escritor esporádico o experimentado a sopesar la eficacia y el poder de las palabras escogidas para comunicar del mejor modo posible nuestras circunstancias y sentimientos. De este constante ejercicio de lectura y escritura podía surgir el gusto con el que escribir mejor, con el que valorar más conscientemente nuestras circunstancias. Los epistolarios seguramente serán a partir de la era digital, en la que ya nos encontramos plenamente, géneros del pasado o al menos textos mucho más raros de encontrar.

Rilke escribió a Kappus nueve cartas a lo largo de los dos años en los que se desarrolló lo fundamental de esta testimonio epistolar, que fue publicado 20 años después, hasta convertirse en un clásico. Entre febrero de 1903 y diciembre de 1904, el autor de las Elegías a duino se encontraba viajando, no sólo físicamente, sino también literariamente. Kappus acababa de cumplir 20 años cuando escribió a un Rilke que ya rondaba los 28. Uno iniciaba sus años de aprendizaje y el otro empezaba a salir de ellos, ya dueño de un poderoso talento literario.

La primera carta fue enviada desde París, las siguientes desde Italia –desde Viareggio primero y Roma después– en la primavera de 1903, pasando brevemente por Bremen. En la primavera siguiente, en mayo de 1904, Rilke aún seguía en Roma, bajo el sol meridional. La última carta, que cierra el círculo, fue enviada desde París en diciembre de 1908 como saludo y recuerdo tras años de silencio.

¿Debo escribir?

En la primera de las Cartas a un joven poeta, Rilke, después de la introducción de cortesía no tarda ofrecernos una de las mejores semblanzas que recordamos sobre la vocación y la inspiración literaria:

Pregunta usted si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes ha preguntado a otros. Los envía a usted a revistas. Los compara con otros poemas, y se intranquiliza cuando ciertas redacciones rechazan sus intentos. Ahora bien (puesto que usted me ha permitido aconsejarle), le ruego que abandone todo eso. Mira usted hacia fuera, y eso, sobre todo, no debería hacerlo ahora. Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Hay solo un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted sí le privaran de escribir. Esto, sobre todo: pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio es impulso. Entonces, aproxímese a la naturaleza. Entonces, intente, como el primer hombre decir lo que ve y lo que experimentan y ama y pierde. No escriba poesías de amor; apártese ante todo de formas que son demasiado corrientes y habituales: son las más difíciles, porque hace falta una gran fuerza madura para dar algo propio, donde se establecen las multitud de tradiciones buenas y, en parte, brillantes. Por eso, sálvese de los temas generales y vuélvase a los que ofrecen su propia vida cotidiana: describa sus melancolías y deseos, los pensamientos fugaces y la fe en alguna belleza; descríbalo todo con sinceridad interior, tranquila, humilde, y use, para expresarlo, las cosas de su ambiente, las imágenes de sus sueños y los objetos de su recuerdo. Si su vida cotidiana le parece pobre no se queje de ella; quéjese de usted mismo, dígase que no es bastante poeta como para conjurar sus riquezas: pues para los creadores no hay pobreza ni lugar pobre e indiferente.

Rilke comienza dando consejos que parecen elementales y ahí está su importancia. En muchas ocasiones nos olvidamos que el perfeccionamiento de los fundamentos es lo más valioso. Dominar los fundamentales es siempre la clave de resultados perdurables. Y continúa escribiendo sobre una de las esencias del arte literario, la memoria y la nostalgia:

Y aunque estuviera usted en una cárcel cuyas paredes no dejarán llegar a sus sentidos ninguno de los rumores del mundo, ¿no seguiría teniendo siempre su infancia, como esa riqueza preciosa, regia, el tesoro de los recuerdos? Vuelva ahí su atención. Intente hacer emerger las sumergidas sensaciones de ese ancho pasado; su personalidad se consolidará, su soledad se ensanchará y se hará una estancia en penumbra, en que se oye pasar de largo, a lo lejos, el estrépito de los demás. Y si de ese giro hacia dentro, de esas sumersión en el mundo propio, brotan versos, no se le ocurrirá usted preguntar a nadie si son buenos versos.

La vida es el material de la literatura desde «su hora más indiferente y pequeña», le dice a su admirador, el cual también podemos ser nosotros. Desde ahí podemos construir, dar forma a la materia del fluir que forman nuestras las palabras, los medios que trasmiten nuestros recuerdos, que nos sirven para anudar nuestras ideas y sentimientos; tan propios, tan únicos de la expresión de nosotros mismos. Estos signos construidos en la doble historia del mundo y de nuestro ‘yo’, son los únicos recursos con los que contamos para intentar acercarnos a la voluble verdad de nuestra existencia.

Has leído 1.018 de 2.643 palabras de este texto

Para seguir leyendo te solicitamos una pequeña contribución con la que nos ayudarás a seguir publicando Clave de Libros

Después de realizar el pago podrás acceder a la versión completa del artículo y recibirás una copia del mismo en tu correo electrónico. Así podrás leerlo siempre que lo desees.

Comentarios

  1. Grandioso! La prosa poética que acompaña a Rilke, parece parte constitutiva de su personalidad. Cada descripción va acompañada de su sentimiento, respaldado con un lenguaje claro y sencillo, que no es otra cosa que la expresión simbólica de su pensamiento.

    Es decir, él piensa en poesía.

  2. No solo para la pregunta de si debo escribir ? la recomendación de Rilke ,aun permanece en el tiempo ,al aconsejar en su carta : la interiorización para buscar respuestas.

    excelente análisis sobre la obra de Rilke

  3. La poesía transita a Rilke en la mínima palabra, en la más sencilla frase. La belleza rilkeana.
    Sus recomendaciones (¿consejos?) son atemporales. Válidas para aspirantes a poetas en cualquier época y lugar.
    Gracias.

Deja un comentario