‘Tres tristes tigres’ de Guillermo Cabrera Infante
«Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen». Así eran recibidos cada noche los asistentes al Cabaret Tropicana, el más famoso de Cuba. Precisamente con esta bienvenida Guillermo Cabrera Infante nos invita a disfrutar de otro espectáculo, aquel que tomaba a La Habana como escenario cada noche a finales de la década de 1950, y que el escritor narra en su libro Tres tristes tigres.
La capital cubana de aquella época se había convertido en un lugar de ocio, llena de hoteles, casinos, cabarets y música. Pero la fascinación de Cabrera Infante por esta ciudad había empezado mucho antes, cuando tenía 12 años y su familia decidió mudarse desde un pueblo de campo del centro de la isla. Con esa corta edad Cabrera Infante se enamoró de una ciudad sobre la cual aseguraba era más suya que de los que habían nacido en ella porque él la había adoptado. En varias oportunidades afirmó que La Habana era para él una obsesión.
Allí creció y desarrolló su pasión por el cine, sobre el que comenzó publicando críticas y terminó creando guiones para Hollywood. Al mismo tiempo se dedicaba a la literatura, convirtiéndose en editor de Lunes de Revolución el suplemento cultural del periódico Revolución, el cual reunió a múltiples escritores cubanos cuyos nombres se convirtieron, o ya eran en aquella época, imprescindibles en la literatura nacional.
El año 1965 marcaría la despedida definitiva de Guillermo Cabrera Infante con la ciudad que amaba, estableciéndose en Londres para vivir en el exilio hasta su muerte. Desde entonces su relación con La Habana se alimentó de recuerdos y se hizo más intensa.
Es precisamente esta ciudad que vivía en su memoria el escenario de varias de sus novelas, entre ellas La Habana para un infante difunto, y por supuesto Tres tristes tigres. Esta última nació con el nombre Amanecer en el trópico y fue enviado al Premio Biblioteca Breve resultando ganador, más tarde cuando salió publicado en el año 1967 el libro era diferente.
Los tigres y su historia
Tres tristes tigres es un conocido trabalenguas infantil y un título que adelanta uno de los aspectos más reconocidos y estudiados de este libro, el juego de Guillermo Cabrera Infante con el lenguaje. Nos deja ver además algunas de las características de los personajes de la novela, un grupo de amigos que convierten la ciudad en su campo de acción.
Además del prólogo y el epílogo, la novela tiene 8 secciones con determinada independencia unas de otras, que nos permiten ir conociendo a Arsenio Cue, actor y aspirante a escritor, a Eribó bongosero y amante de la música en general y a Silvestre y su preferencia por el cine, el mar y las calles de La Habana. Algunas aventuras son narradas por Codac, fotógrafo de profesión empleado en un periódico de la época o por Bustrófedon a quien le obsesionaba el lenguaje y sus múltiples posibilidades.
En una de estas secciones, mientras Arsenio Cue manejaba a alta velocidad por la ciudad, Silvestre cree descubrir la obsesión de Cué por el tiempo y el espacio. Menciona además la del resto de sus amigos como se aprecia a continuación.
(…) supe por qué corría Arsenio Cué. No quería devorar los kilómetros como se dice (…), sino que estaba recorriendo la palabra kilometro y pensé que su intención era pareja a mi pretensión de recordarlo todo o a la tentación de Códac deseando que todas las mujeres tuvieran una sola vagina (aunque él no dijera exactamente vagina) o de Eribó erigiéndose en el sonido que camina o el difunto Bustrófedon que quiso ser el lenguaje.
Junto a ellos, se convierten en personajes de esta novela, o son mencionados en ella, reconocidos exponentes de la cultura cubana. Entre ellos por ejemplo Carlos Fraqui, escritor y crítico de arte, el también crítico e investigador Rine Leal, el escritor Calvert Casey, el director de cine Tomás Gutiérrez Alea (Titón), la cantante Olga Guillot y el músico Benny Moré, conocido como el Bárbaro del Ritmo.
La forma en que todos estos personajes se comunican, su forma de hablar tan típica de La Habana, es un empeño de Cabrera Infante de retratar la ciudad y su ambiente tal y como son. De ahí que al inicio del libro el propio Cabrera coloque una advertencia que señala que Tres Tristes Tigres está escrito en cubano, es decir, en los diferentes dialectos del español que se hablan en Cuba. Incluso aclara que algunas páginas tomarán más sentido escucharlas que leerlas, así que leer en voz alta puede ser más adecuado. La nota aclaratoria también señala:
(…) la escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo, como aquel que dice. Las distintas formas del cubano se funden o creo que se funden en un solo lenguaje literario. Sin embargo, predomina como un acento el habla de los habaneros y en particular la jerga nocturna que, como en todas las grandes ciudades, tiende a ser un idioma secreto.
Pero en Tres tristes tigres la ciudad en sí misma podría considerarse un personaje. La Habana que narra este libro es una ciudad que se mantiene en movimiento y que es objeto de múltiples descripciones. Sus calles, su malecón o su arquitectura son motivo de evocación.
Estos tristes tigres se centran en disfrutar al máximo todas las sensaciones que la noche, el cine y la música de La Habana les brindan. De la mano de este grupo de amigos recorremos una ciudad llena de lugares de ocio, una ciudad que ya mostraba edificios destruidos, pero que continuaba llena de opciones culturales.
La zona de caza
La noche habanera es uno de los temas principales de esta novela, todos sus personajes se mueven alrededor de ella mostrando su esplendor, los placeres y los vicios que esta alberga. En una entrevista concedida a Reynaldo Jiménez en el año 1979 Cabrera Infante explicaba que esta novela es el testimonio de sus noches de amor con La Habana, y que el recuerdo de la capital cubana era mejor incluso que la ciudad misma. En este escenario, los personajes de Cabrera Infante tenían claro lo que buscaban:
Arseniato Cúprico pone los pasadores a la capota y arranca con todos nosotros hacia la noche de amor, de locura y de muerte.
En la novela los narradores se detienen muy pocas veces en las condiciones de vida de sus personajes, en su posición social o en sus problemas económicos. Los protagonistas están más preocupados en decidir en qué cabaret o night-club pasarán la noche, en compañía de quién, con orquesta en vivo o acompañados por la victrola.
La única condición para esta vida de placeres y ocio, que los personajes de Tres tristes tigres parecen comprender muy bien, es que es necesario salir en su búsqueda al lugar preciso.
–Ven no seas bobo tú. A lo mejor nos encontramos con gente conocida.
–Es posible —dijo Cué—. Hay de todo en la noche.
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Excelente trabajo de Adianez Marquez. La felicito.
Waldo Gonzalez López
Poeta, ensayista, critico literario y teatral, periodista cultural cubano, residente en Miami desde 2011.