‘La novela de mi vida’ de Leonardo Padura

La novela de mi vida permite al lector acercarse a dos hombres, uno de ellos considerado entre los mejores poetas de Cuba, y a las circunstancias que obligan a ambos a vivir en el exilio y a regresar para reencontrarse con su pasado y el país que intentaron olvidar.

El detective Mario Conde es quizás el personaje más conocido del escritor cubano Leonardo Padura Fuentes, debido a que es el protagonista de la mayoría de sus libros de ficción. Padura, graduado de Filología y Letras por la Universidad de La Habana, se desempeñó por varios años como periodista y su interés por los problemas de la sociedad cubana no terminó con sus días de reportero o cronista, sino que continúan siendo la materia prima que utiliza ahora en sus libros de ficción.

Su carrera como escritor despegó precisamente con la serie de novelas policiacas Las cuatro estaciones, protagonizadas por este peculiar investigador con títulos conocidos como Vientos de cuaresma, Pasado perfecto, Máscaras y Paisajes de Otoño. En los últimos años Padura ha entregado a sus lectores dos libros que han requerido una investigación histórica significativa. Uno de ellos es El hombre que amaba a los perros, que se centra en los últimos años de vida en Cuba de Ramón Mercader, el asesino de León Trotski, el otro es La novela de mi vida, que tiene como uno de sus personajes al poeta cubano José María Heredia.

Entre la realidad y la ficción

La novela de mi vida en sus más de 400 páginas presenta 3 historias que en su conjunto nos permiten conocer la vida de dos hombres, ambos cubanos que vivieron con casi dos siglos de diferencia, quienes comparten con el lector los hechos que los llevan a enfrentarse con su pasado mientras se reencuentran con un país que han intentado olvidar en vano.

El primero de ellos Fernando Terry, quien regresa a Cuba después de 18 años de exilio con el propósito de encontrar un texto inédito de uno de los poetas cubanos más importantes. La posibilidad de tener en sus manos este manuscrito, que se ha convertido en la obsesión de su vida, lo hace encontrarse nuevamente con su grupo de amigos, entre los cuales siempre ha sospechado está el culpable del rumbo que tomó su vida y que lo obligó a vivir lejos de todo lo que conocía por casi dos décadas.

El otro hombre que define esta historia es el poeta José María Heredia, conocido como el cantor del Niágara, quien nos cuenta su historia en primera persona acercándonos a los pocos años que permaneció en la isla y a los que luego vivió en el de destierro. Al mismo tiempo que nos narra como surgen sus poemas más conocidos y los amores, hacia dos mujeres y hacia la patria, los cuales definirían el destino de su corta vida.

La novela, publicada en el año 2002, tiene una tercera línea narrativa, y es precisamente el recorrido que hace este manuscrito que se sospecha es la novela de la vida de Heredia, pasando de mano en mano de diferentes guardianes, a partir del momento en el que José de Jesús Heredia, el hijo más pequeño del poeta, los entrega a la logia masónica a la que perteneció su padre.

Pero ahora, con la evidencia del acta masónica, por primera vez podía asegurarse la existencia real de un documento que nadie parecía haber leído y que, presumiblemente, podía ser la comentada novela escrita por Heredia entre 1837 y 1839, poco antes de su muerte. Sólo de pensar en la posibilidad de realizar el hallazgo, Fernando temblaba: aquellos papeles podían convertirse en el texto más revelador de la literatura cubana, y por eso insistió en apuntalar sus esperanzas.

Para este libro, Padura toma elementos de la biografía de José María Heredia como sus intereses, sus poemas o su participación en actividades políticas, que le dan veracidad al texto. «¿Por qué no acabo de despertar de mi sueño? ¡Oh!, ¿cuándo acabará la novela de mi vida para que empiece su realidad?», le escribe en una carta José María Heredia a su tío Ignacio en junio de 1824 mientras estaba desterrado y es precisamente el exergo que Padura pone al inicio de la novela. También aparecen en el texto personajes reales y de gran importancia en la época en que vivió Heredia, como el padre Félix Varela o José Antonio Saco.

Estos hechos se mezclan durante esta narración con elementos de la ficción o con dudas que siempre han existido sobre la figura del poeta, como la existencia o no de esta “novela” alrededor de la cual Padura organiza todo el libro.

José María Heredia, el poeta romántico de América

A pesar de haber nacido en la provincia oriental de Santiago de Cuba y de haber vivido en diferentes países del continente americano, José María Heredia se enamoró de La Habana al verla por primera vez con 14 años y luego de Matanzas, ciudad conocida como la Atenas de Cuba. A pesar de haber vivido pocos años en la isla, Heredia escogió la mayor de las Antillas como su patria.

Por primera vez había sentido la posibilidad de pertenecer a un sitio, de tener tierra y casa propias, y aquella isla desgraciadamente donde sólo por casualidad había nacido y a la cual, por avatares imprevisibles, regresé para dar el salto tremendo de la niñez a la adultez, se me estaba convirtiendo en una necesidad y, luego lo sabría, en una maldición de la cual nunca habría de librarme. ¿por qué no pude yo ser dominicano, venezolano o mexicano, si en cualquiera de esas tierras viví tantos o más años más que en Cuba? ¿Sería acaso el primero en sufrir la amarga experiencia de sentir aquella tierra venal era insustituible en el corazón?

La independencia de la isla de la metrópoli española fue un tema sobre el cual Heredia se pronunció muchas veces a través de su poesía, para finalmente dar un paso más en su búsqueda al formar parte a principios de los años 20 del siglo XIX de la conspiración Soles y Rayos de Bolívar. El resultado para el poeta, después de que toda la organización fuera descubierta, fue el destierro que lo llevó primero a Estados Unidos y más tarde a México donde se estableció definitivamente.

A cuba, regresaría en el año 1836 en un corto viaje de alrededor de un mes para ver a su madre y el resto de su familia, encontrándose ya en un estado avanzado de la tuberculosis, enfermedad que acabaría con su vida 3 años más tarde. En una nota histórica que Leonardo Padura coloca al final de la novela explica la trascendencia de este poeta para Cuba.

A dos siglos de su nacimiento su poesía sigue siendo estimada como la primera gran clarinada de la cubanía literaria y del romanticismo hispanoamericano, y poemas suyos como la oda “Niágara”, “En el teocalli de Cholula”, “Himno del desterrado” y “La estrella de Cuba” son estudiados como los más altos ejemplos de la naciente lírica del país, y citados por especialistas y lectores. Sus versos patrióticos hacen de José María Heredia el primer gran poeta civil de Cuba y el gran romántico de América, como lo reconoció José Martí, al evocar la memoria del poeta muerto en la miseria y el olvido.

Vivir para la poesía

Entre los poemas más conocidos de José María Heredia destaca el Himno del desterrado, como menciona Leonado Padura en la cita anterior, un poema que Heredia escribió durante su viaje en barco desde Estados Unidos a México en el año 1825. Durante la travesía Heredia pudo divisar el litoral norte de Cuba, en particular el de la provincia de Matanzas donde vivía su familia, y ver desde la distancia la tierra a la que no podía volver le hizo escribir este poema.

¡Cuba, Cuba, que vida me diste,
dulce tierra de luz y hermosura!
¡Cuánto sueño de gloria y ventura
tengo unido a tu sueño feliz!
¡Y te vuelvo a mirar…! Cuán severo,
hoy me oprime el rigor de mi suerte
la opresión me amenaza con muerte
en los campos do al mundo nací.

La filósofa e investigadora cubana Ana Cairo en un artículo titulado Orgullo por Himno del desterrado publicado en la revista digital La Jiribilla se refiere a los diferentes temas que aborda este poema. Entre ellos menciona la esclavitud que existía en la isla, la corrupción y enriquecimiento de las autoridades y la libertad como un derecho de cada cubano.

Pienso que el ensayo “Patriotismo” (1824) de Félix Varela y el “Himno del desterrado” deberían también enseñarse porque son textos imprescindibles para entender los diálogos entre la pasión y la razón en el proceso de conformación del pensamiento independentista y de la nacionalidad cubana, como una identidad anticolonialista, como un ejercicio de la dignidad personal y colectiva, de la libertad autoemancipatoria, que nos ha definido como seres humanos y que nos debe enorgullecer, como pueblo y como nación soberana.

La naturaleza es uno de los temas recurrentes en la poesía de José María Heredia, ejemplo de esto es su conocida Oda Niágara o su Himno al Sol. El artículo Heredia: La lira perdurable, la revista Librínsula, perteneciente a la Biblioteca Nacional de Cuba reproduce fragmentos de otros publicados en la Revista Carteles en el año 1954, donde se hacía referencia a la obra de José María Heredia. Raúl Roa, uno de los autores seleccionados califica la poesía de Heredia como, cargada, sonora, solemne e incluso melodramática, en ocasiones.

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Comentarios

  1. El lenguaje y el contexto hacen fácil lo difícil que es narrar historias que apasionan y en razón a ello perdemos la realidad para escudarnos en el latente realismo mágico que todo narrador no quisiera usar pero sabe que terminará siendo usado.
    El lenguaje puede ser bello, como es el caso, pero sí nos hace olvidar la presente opresión que se volvió eterna a nombre de la libertad, entonces este olvido merece ser reprochado aunque no castigado-
    Que sabe el que lee lo que el narrador no ha vivido sino en su imaginaria realidad.
    Pero decir gracias es grosero por ser descortés ante un gesto humano que rara vez se ve.
    Salud

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