‘La invención de la soledad’ de Paul Auster

La invención de la soledad de Paul Auster trata sobre el escritor que escribe para recordar a su padre en vida. También escribe sobre su papel como padre de su primogénito Daniel, además y sobre todo, de la soledad y del oficio como escritor.

Paul Auster es uno de los escritores contemporáneos estadounidenses más sobresalientes, nacido el 3 de febrero de 1947. Es también traductor, guionista y cineasta. Entre sus obras más destacadas se encuentran el ensayo narrativo autobiográfico La invención de la soledad (1982) con la que se consolida como novelista, Trilogía de Nueva York (1987) o El libro de las ilusiones (2002). Tradujo obras de Mallarmé, Sartre, entre otros. En 1995, escribió y codirigió con el director Wayne Wang las películas independientes Smoke y Blue in the Face. Posteriormente, escribió y dirigió en solitario Lulu on the Bridge (1998), The Inner Life of Martin Frost (2007).

A lo largo de su carrera literaria, Paul Auster ha recibido numerosos galardones, como el Premio Médicis, la Orden de las Artes y las Letras de Francia o el Príncipe de Asturias de las Letras.

Conocí de él y su obra cuando leí La invención de la soledad (1982). A los días de acabar ese ensayo autobiográfico, adquirí El libro de las ilusiones (2002).

Coincidimos en la misma fecha y en el mismo lugar, pero yo desconocía su narrativa, así que ni siquiera me molesté en averiguar el día que se presentaría en la feria del libro y eso que el amigo que me regaló La invención de la soledad me pidió que se lo haga autografiar. Me gusta tener anécdotas con los escritores que admiro. Tal vez no sea anécdota que lo haya tenido cerca y ni siquiera me haya interesado, tal vez sólo sea un destiempo, como el que caracteriza su comprensión del azar, y nada más.

No me gusta encajonar a los autores en las escuelas o movimientos literarios, más bien prefiero resaltar las cualidades individuales. Las de este escritor son la elegancia en su escritura, sin caer en esnobismo; la capacidad de relatar varias historias y hacer que cada una de ellas sean tan interesantes de seguir; y también sabe mantener el suspenso en sus relatos lo que mantiene viva la curiosidad del lector.

La invención de la soledad

El duelo deviene escritura, la muerte del padre como el comienzo de la carrera escritural. La invención de la soledad (1982) de Paul Auster trata sobre el escritor que escribe para recordar a su padre en vida, desentrañando la historia familiar para entender el comportamiento distante hacia él como hacia todos los integrantes de la familia. El escritor estadounidense también escribe sobre su papel como padre de su primogénito Daniel, además y sobre todo, de la soledad y de su oficio como escritor.

La invención de la soledad fue escrita en dos partes, la primera en 1979 y lleva como título «Retrato de un hombre invisible», la segunda de 1980 al 81, denominada «Libro de la Memoria». Si la primera parte se caracteriza por ser un escrito más íntimo, a modo de diario, en el que Auster escribe en primera persona refiriéndose a una tercera persona (la muerte del padre y los secretos familiares) en la segunda, que tiende a ser más ensayística, el escritor estadounidense se refiere a sí mismo en tercera persona y se autodenomina A.

El padre

Paul Auster, mientras escribe sobre su padre, se enfrenta constantemente a la imposibilidad de hallar palabras para continuar su historia y es consciente de ello. Quiere convertir en palabras emociones guardadas toda una vida. Trata de recordar a su padre por medio de la escritura, pero son tan profundos los sentimientos, que se enfrenta al esfuerzo de la materialización de los mismos. Hay momentos que incluso se siente incapaz de seguir y condena ese proyecto escritural al fracaso.

Desde un principio el lector se entera de la muerte de su padre, pero también que la relación que hubo entre padre e hijo no era tan cercana, aunque no tan lejana como para que no le duela al escritor su fallecimiento. Un hombre que cumplía con sus obligaciones como padre, es decir no les hacía faltar nada, cumplía con la alimentación, la educación, la salud tanto de él como de su hermana, pero en cuanto a la manifestación de sentimientos siempre era distante, ajeno. La característica más sobresaliente que resalta Auster de su padre es su inalterable ausencia:

Era de una neutralidad tan implacable, su conducta era tan absolutamente predecible, que todo lo que hacía resultaba sorprendente. Uno no podía creer que existiera un hombre así, sin sentimientos, que esperara tan poco de los demás. Pero si no existía ese hombre, entonces había otro, un individuo oculto tras aquel que no estaba allí, y el asunto es encontrarlo. Siempre y cuando esté ahí para que uno lo encuentre. Desde el principio reconozco que este proyecto está destinado al fracaso.

Así es descrito el padre de Auster como si realmente fuera el hombre invisible. Lo único que es –se podría decir– tangible son sus objetos después de su muerte. El escritor tiene que lidiar con la casa que dejó su padre como legado y de alguna manera por medio de los objetos intenta reconstruirlo, hacerlo presente y en última instancia entender el porqué de ese comportamiento tan desconfiado y ausente con los que le rodeaban.

Esa permanente ausencia paterna deja heridas en el escritor y en todos aquellos que convivieron con aquél. Auster pensaba que al escribir sobre su padre y la relación que tenía con él esa herida cicatrizaría, pero es todo lo contrario, la herida se hace más profunda, pero no puede abandonar ese proyecto escritural:

Ha habido una herida y ahora me doy cuenta de que es muy profunda. Y el acto de escribir, en lugar de cicatrizarla como yo creía que haría, ha mantenido esta herida abierta. En ocasiones he sentido su dolor concentrado en mi mano derecha, como si sufriera un desgarramiento cada vez que levanto la pluma y la presiono contra el papel. En lugar de enterrar a mi padre, estas palabras lo han mantenido vivo, tal vez mucho más que antes. No sólo lo veo como fue, sino como es, como será; y todos los días está aquí, invadiendo mis pensamientos, metiéndose en mí a hurtadillas y de improviso. Bajo tierra, en su ataúd, su cuerpo sigue intacto y sus uñas y su pelo continúan creciendo. Tengo la sensación de que para comprender algo debo penetrar en esa imagen de oscuridad, de que debo entrar en la absoluta oscuridad de la tierra.

El escritor mientras escribe se adentra en esa historia enterrada –secretos de familia–. Incluso es dantesco cómo va adentrándose en la misma; mientras más profundiza en el relato los círculos concéntricos –por decirlo de esta manera– se van estrechando dejando para lo último lo más intenso e impactante. Es decir, poco a poco va entrando no a un infierno ni a un purgatorio, pero sí al pasado familiar mucho antes de que él naciera, cuando su padre sólo contaba con siete años.

Este escritor desentierra un secreto celosamente guardado por su padre y tíos de un acontecimiento que sucedió cuando ellos todavía eran niños. Un suceso trágico que devino en escándalo mediático documentado desde el principio de lo acaecido por la prensa de esa época:

Los artículos de los diarios están sobre mi mesa. Ahora que ha llegado el momento de escribir sobre ellos, me sorprende encontrarme a mí mismo haciendo cualquier cosa para posponerlo. Lo he estado aplazando toda la mañana (…) Cualquier cosa me distrae. No es que tenga miedo de la verdad, ni tampoco que tenga miedo de contarla. Mi abuela mató a mi abuelo (…) Los hechos en sí no me atormentan más de lo que cabría esperarse. Lo difícil es verlos impresos, desenterrarlos del ámbito de lo secreto, por así decirlo, y convertirlos en un suceso público. Hay más de veinte artículos, todos del Kenosha Evening News. Incluso en este estado, apenas legibles y casi totalmente oscurecidos por el tiempo y las fotocopias, todavía resultan impactantes.

Si en un principio le costaba materializar en palabras la vida de su padre, luego se da cuenta que de esa manera ha podido tener viva la presencia de su padre, pero también sabe que tiene que despedirse, dejarlo ir. La escritura del «Retrato del hombre invisible» es como una iniciación del acto escritural, se podría decir que es la prueba final que se autoimpone el escritor para luego consolidarse como narrador. No es que la iniciación resida en relatar un suceso familiar, sino en cómo se lo relata.

En la segunda parte titulada «Libro de la Memoria», Paul Auster se narra a sí mismo en tercera persona y se autodenomina A. No tiene capítulos y la única referencia de orden son el número de volúmenes que en total son doce. Si en el «Retrato del hombre invisible» está todavía muy fresca la muerte de su padre, en esta parte el autor toma distancia de su duelo y éste ya no es el tema principal, sino el propio Auster y la relación temprana con su pequeño hijo Daniel que en ese entonces tenía tres años. También escribe sobre sí mismo como el hombre que enfrenta la soledad y la necesidad de ella para el acto de escribir y de traducir.

Has leído 1.557 de 3.603 palabras de este artículo

Para seguir leyendo te solicitamos una pequeña contribución con la que nos ayudarás a seguir publicando Clave de Libros

Después de realizar el pago podrás acceder a la versión completa del artículo y recibirás una copia del mismo en tu correo electrónico. Así podrás leerlo siempre que lo desees.

Comentarios

  1. Impactante la forma en que me presentan un libro, un escritor, el cuál leeré lo más pronto posible… Tanta belleza misteriosa hay en el escritor como en quien lo analiza. Gracias

  2. Interesante analisis.Invita a la busqueda inmediata del libro para zambullirse en su lectura y disfrutarlo en la profundidad como en su superficie.Gracias.

Deja un comentario