Publicaciones sobre Poesía

‘Aullido y otros poemas’ de Allen Ginsberg

En ‘Aullido y otros poemas’ encontramos a un Allen Ginsberg inspiradísimo que durante sus años de juventud tardía nos regaló una serie de poemas desgarradores con los que consigue, mediante la escritura, purgar los males que le atenazan y que nos atenazan a todos.

‘Mortal y rosa’ de Francisco Umbral

Tras la muerte de su hijo pequeño, Francisco Umbral escribe la novela lírica Mortal y rosa, una especie de diario y de lamento poético que recorre el cuerpo, la vida y la muerte para hablar finalmente de ese niño perdido. El texto, prosa poética, se ubica, sin lugar a dudas, en la literatura del dolor.

Mortal y rosa se trata de una novela experimental de Francisco Umbral. Cuesta situarla en un género preciso. No se trata de una novela al uso, pero tampoco de un gran poema en prosa, aunque muchos pasajes estén atendiendo a ciertas métricas, como el endecasílabo, el alejandrino, o versos sin metro fijo pero con rimas internas. Tampoco falta el poema dentro de la novela:

[…]
Cuando no sabe el mundo
qué paso dar,
y todo está en suspenso,
como trabado,
saltas tú a pies juntillas,
salvas la zanja,
y vuelve el día a correr,
claro en tu agua.

Hacia mediados de la década del setenta, cuando Umbral escribió esta novela, la narrativa española estaba viviendo un momento de experimentación de la mano de autores como Delibes, Torrente Ballester o Juan Benet. Francisco Umbral hace su aporte con este libro, publicado en 1975.

El propio texto, sabiéndose raro, o cuanto menos híbrido, intenta situarse en un género y para ello arriesga por el diario. Pero este libro no podría ser un diario en el sentido en que se define el género puesto que no está fechado. Sin embargo, eso no detiene al autor a la hora de referirse al texto en esos términos:

He estado mucho tiempo sin escribir en este diario, y ahora me pregunto por qué lo empecé. […]. En otro momento de este diario me parece que lo digo: uno, con el tiempo, va siendo voyeur de trabajadores, como antes era voyeur de amantes. […]. ¿Por qué se escribe un diario íntimo?

No por vanidad, ya, a estas alturas y en mi caso, ni por egocentrismo, ni por vedetismo, sino por buscar la sencillez última, por huir de ese artificio que en último extremo suponen todos los géneros literarios. […].

Así las cosas, tengo que resignarme a hacer literatura en mi diario íntimo, y a que vaya resultando un poco el poema en prosa de unos graves meses de mi vida, o la novela de un mal novelista.

Como se puede leer en esta cita, también arriesga por otros géneros como el poema en prosa o la novela. Y de riesgo no tiene tanto, más bien es evidente que juega con todos esos géneros, que los mezcla, que hace el híbrido que desea y que un poco la corriente experimental espera, aunque declare que no quiere tender esas trampas, y que por eso, el diario:

No quiere uno que entre el lector y en él haya trucos de novela, efectos de poema, trampas del oficio, y se apela al diario íntimo como a las memorias. […]. El diario íntimo, en cambio, es lo inmediato, el presente exasperado, la confesión no solo sincera, sino urgente.

Lo primero y lo último, el cuerpo

El libro acaba con la muerte del hijo. O acaba en la muerte del hijo aunque el hijo haya muerto antes. El libro es por la muerte del hijo. Sin embargo, ese hijo no aparece en el texto hasta bastante avanzado el lamento, el poema, o el canto. El libro hace un recorrido, minucioso, y llega al hijo. Un recorrido que parte del cuerpo. Un cuerpo en fracciones. Parte por parte. Minucioso, también, el recorrido por el cuerpo. Primero el pelo. Y con rima:

Hay que cuidarse el pelo. Todo yo me convierto en un guardapelo, en un guardabosques del bosque raleado de mi pelo. Pero el pelo se irá y tendré que convivir con un calvo desconocido, silencioso y feo.

Sigue por la cara, luego el cuerpo blanco, y llega al pene, miembro al que se refiere como un «antropoide». Para acabar en las manos. Las describe, compara la derecha con la izquierda, las relaciona con el trabajo, con el amor, y hasta se refiere a las manos ajenas, a las manos de mujer. Pero también arrima las manos a la madre:

Las manos, en la infancia, fueron como garras que la madre, cada cierto tiempo, tenía que lavar, pulir, recortar, limar, para devolverles su calidad de manos, su humanidad.

Muchacha, tu cuerpo era como un solo día de primavera tibia […], lucirá un poco más bajo la palidez sombría de mi cuerpo, porque la lámpara muda de tu carne es ignorada por los días de lluvia. […]

Estoy viendo vivir una esfericidad. Glúteo y culo son palabras que le van bien. […]. Ella va con su pantalón ceñido, generalmente rojo, y ni siquiera es necesario verle a la cara para saber que la tiene adorablemente vulgar, con el pelo marrón corriente, los ojos grandes, pero no profundos, la nariz pequeña y la boca descarada. […]

Ni siquiera le he visto la cara, apenas. Solo el perfil, en algún momento, el ojo bosquímano en el rabillo pintado. […]

Todo lo más, le haría a la niña las uñas de los pies. Y me pregunto si alguna vez le he hecho las uñas de los pies a una mujer. No sé. […]. Tomar sus pies blancos, de una materia pueril y saludable, hacer algo con aquellas uñas. Pintarlas, cortarlas, no sé.

Y así, de la mujer a la madre hay un solo paso. De los pies a las manos, otro. De uñas a uñas, lo mismo. Pero la madre de nuevo, y las manos. De la página 67 (antes) a la 154 (ahora):

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‘Poesía completa’ de Alejandra Pizarnik

Leer a Alejandra Pizarnik es habitar un universo otro, es leer el poema, verlo, oírlo, casi tocarlo. Es participar de una experiencia mística, es ver el mundo mediante otra óptica, es llegar como una persona y salir como otra.

En Poesía completa (2016), la Editorial Lumen ha reunido la totalidad de la obra poética de Alejandra Pizarnik gracias a un trabajo de edición de la escritora argentina Ana Becciu. Entre los libros que conforman este volumen se pueden citar como los más reconocidos: Las aventuras perdidas (1958), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Poemas como “La carencia” o “La noche” forman parte de un corpus de textos que transitan entre el silencio, la oscuridad, el erotismo y la muerte.

YO SOY…
mis alas?
dos pétalos podridos

mi razón?
copitas de vino agrio

mi vida?
vacío bien pensado

mi cuerpo?
un tajo en la silla

mi vaivén?
un gong infantil

mi rostro?
un cero disimulado

mis ojos?

ah! Trozos de infinito

Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires. De origen ruso-judío, sus padres emigraron a Argentina como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Perdió parte de su familia en el holocausto, lo cual podríamos decir que es el primer contacto que tiene con uno de los temas más presentes a lo largo de su obra: La muerte. Realizó estudios de filosofía, letras y periodismo en la Universidad de Buenos Aires; además formó parte del taller de pintura de Juan Batlle Planas.

La carencia

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

París se convirtió en su residencia permanente desde 1960 hasta su retorno a Buenos Aires en 1964. En esta ciudad se relacionó con intelectuales de alto calibre como Julio Cortázar, Octavio Paz, Simone de Beauvoir y Rosa Chacel. Se desempeñó como redactora de artículos para distintas revistas de literatura y como traductora de autores como Henri Michaux, Antonin Artaud y Marguerite Duras.

Es considerada una de las escritoras más vanguardistas de América Latina; sus obras son el resultado de la escritura como laboratorio para la exploración lingüística, además de ser textos donde la sensualidad, la búsqueda interior y lo lúdico están siempre presentes. Uno de los recursos utilizados por la autora es la búsqueda de nuevas formas estéticas de representar lo irrepresentable o representar lo ya representado desde una óptica diferente.

Alejandra Pizarnik se suicidaría a la temprana edad de 36 años el 25 de setiembre de 1972 en Buenos Aires. Su nombre ha pasado a la historia como el de una autora con una amplia producción literaria de una altísima calidad, situación que la ha convertido en un ícono de la literatura latinoamericana.

El universo Pizarnik

Deambular por el universo Pizarnik nos saca de nuestra zona de confort habitual: nos encontramos ante una escritura que a veces prescinde de los signos de puntuación, una escritura que es puesta a prueba por la propia autora y llevada al límite con la intención de llegar a ese “espacio otro” que representa lo que está más allá de lo que definen las palabras. Ve en el espacio poético un lugar para poner en entredicho el lenguaje y la escritura. Podríamos decir que la autora escribe a pesar de que reconoce la imposibilidad que posee el lenguaje para representar la totalidad del mundo sensible; esta búsqueda da como resultado poemas donde el sentimiento de ausencia, de orfandad, de añoranza de un más allá están siempre presentes. La necesidad de nombrar por otros medios, de tratar de alcanzar lo innombrable es una búsqueda presente en la obra de varios autores de la época, por ejemplo Samuel Beckett, el cual en su libro El Innombrable remite a un personaje del cual no sabemos quién es, cómo se llama, en qué contexto se encuentra, ya que el autor trata de circunscribirlo en un espacio donde se prescinda de la necesidad de describir al sujeto y el mundo que lo rodea.

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